Ultimas Noticias 10 de Julio de 1961

Páginas 21, 24

(foto) Millares de caraqueños de nuestras clases humildes retornaron ayer al Nuevo Circo y lo llenaron totalmente para oír la palabra del pastor evangélico Eugenio Jiménez. Tres horas de lluvia no detuvieron a la masa humana en la marcha hacia la fe, lo que el padre Hernández Chapellín ha calificado “mercado de milagros al por mayor”.

EN EL NUEVO CIRCO:

“JESUS ESTA CURANDO LOS ENFERMOS”, DICEN

(foto) “Dios está aquí en el Nuevo Circo. Tengan fe, mucha fe que así serán sanados. Los ciegos verán los paralíticos y cojos andarán, los sordos oirán..” Esta es la prédica del pastor Jiménez Rivera. He aquí a dos viejecitas paralíticas atentas a lo que dice el predicador evangélico. –(Foto Blasco).–

–Solo creed, solo creed. Todo es posible, sólo creed. –Señor, creo en ti…

Este es el coro-lema que una gran multitud repite cada día en el Nuevo Circo adonde acude a buscar la fe y oír la prédica del joven pastor evangélico Eugenio Jiménez Rivera. Van los paralíticos, los sordos, los ciegos, los cojos y millares que han oído el mensaje que se trasmiten unos a otros en Caracas durante dos semanas: Jesucristo está curando enfermos en el Nuevo Circo.

Jiménez Rivera se quedó ayer sorprendido a las 5 de la tarde cuando llegó al Nuevo Circo y constató que una gigantesca masa humana había soportado durante tres horas la lluvia, solo para oírle.

Por eso, cuando subió a la tribuna, llamó a una sola voz para decir: “damos gracias al Señor porque permitió que ustedes estuvieran aquí, que vinieran a recibir la Fé, el supremo bien”. Antes el Hermano Eudoro Mora les había dicho: “Ustedes son unos héroes y por eso os digo que nuestro Padre estará aquí esta tarde”.

La gente, pues, fue al Nuevo Circo sin reparar en la lluvia, que cayó recia e inclemente sobre Caracas. Aclaró a las 5 y unos minutos, hasta las 7 cuando concluyó el culto –¿milagro?.–

El pastor Jiménez Rivera al terminar su prédica, después que hizo que los enfermos tuvieran fé, que se concentraran en Jesús, que pensaran por Jesús, llamó a varios de ellos que habían manifestado haber sanado y desde lo alto de la tribuna los invitó a andar. El cerco humano que se formó en torno a los agraciados impidió ver realmente si caminaban del todo por sus propios medios, y si no lo habían hecho nunca antes. El pastor les tiró el micrófono y los hizo dar su nombre. Uno se identificó así: Juan Bravo, “yo sufría de un mal terrible que no me dejaba caminar, y ahora me siento bien… Otro: Juan Tovar (era un caballero a quien el predicador le pidió su dirección, y el aludido respondió: resido en el Barrio Buenos Aires, Capilla del Carmen, también curado).

En uno de los laterales de la tribuna, un hombre de unos 40 años de edad que durante 30 minutos se había frotado constantemente la rodilla derecha, con los ojos cerrados e implorando, fue conminado por un familiar a que se parara. Dejó la muleta y caminó 5 o 6 pasos, mientras el acompañante le decía en alta voz: “en el nombre de Dios, en el nombre de Dios”. El hombre respiró fuerte y se sentó para seguir orando, mientras dirigía la vista a un gran letrero verde colocado al fondo del circo: “Nada es imposible para Dios”.

A las 5 y 45 subió a la tribuna el predicador. Vestía saco blanco, muy blanco, corbata negra y pantalón oscuro y llevaba una biblia. La multitud le recibió con aplausos y exclamaciones. Tomo asiento entre otros tres evangélicos.

(El redondel empezó a llenarse lentamente. Los tendidos de sol, los palcos, barreras y contrabarreras completamente llenas. Un gentío, en su mayoría mujeres, estaba ansioso por oír al joven pastor. Iban de un lugar a otro buscando colocación o trataban de secar las gradas todavía mojadas. Se protegían sus cabezas con periódicos y paraguas y atendían mansos las instrucciones de los guías de la campaña para no obstruir el paso en las escaleras. Se oía toda clase de conversaciones: “un cura me dijo esta mañana que sería ex-comulgada si venía al Nuevo Circo– dice una humilde mujer en un grupo de cuatro– pero yo no veo el motivo, porque esta religión es buena (se refiere a lo que predica el pastor Jiménez Rivera), lo que pasa es que ellos no creen en santo, es verdad, no creen en la Virgen…). Otro: “yo nunca he creído en milagros pero ahora veo que es cierto”. Y un tercero: dejé a mis 7 hijos en una casita en El Valle, pero vine con la esperanza de que mi esposo vea por ellos, que vuelva a quererlos, y que abandone ese vicio del aguardiente…).

El coro-lema es repetido por el pastos (Solo creed, solo creed. Todo es posible, solo creed. Señor, creo en Ti, Señor creo en Ti. Todo es posible, Señor, creo en Ti.)

Terminan las alabanzas y el joven pastor portorriqueño inicia su predicación. La hace en lenguaje sencillo, claro y vibrante. A veces con impresionante gravedad, a veces sonriente o en la mayoría de los casos suplicante. Delante de él la biblia abierta en San Lucas.

“Que esta tarde más milagros sean hechos aquí para premiarlos por su decisión de venir a este Nuevo Circo. Ustedes tendrán el testimonio de la fé, lo tendrán, lo aseguro, porque ustedes tendrán el contacto con el Supremo Dios”. Dijo seguidamente que la virtud del Señor hace que los enfermos se curen, que sus males sean superados, y que ellos –la multitud– estaban allí porque tenían fé en Dios.

Hizo repetición de esa frase para aclarar que él no es un curandero, no es él quien quita los males. Es el Señor, “Estamos cumpliendo la gran misión de Cristo de predicar la hermandad”. Seguimos la prédica de los apóstoles”.

Entonces lanzó un ataque contra quienes han dividido el cristianismo, que esos divisionistas predican la existencia de Dios donde no está. “No consiste el amar a Dios, el de hacer frases bonitas, sino vivir el amor de Dios porque él lo vivió”.

Habló de los pavitos que se reían a las puertas del Nuevo Circo ante la afirmación de un paralítico de que había curado. “Pero esos pavitos tuvieron que recoger sus palabras cuando vieron que efectivamente el enfermo había sanado”.

“La fé es una marcha que se emprende hacia la restauración del hogar, hacia la salud del alma, por eso esta campaña es de fé, y fé deben tener no solo los enfermos, sino los que están con ellos”.

Lanzó la acusación de que la humanidad está alejada de Dios, de que el pecado nos ha distanciado de El.

“Desde los púlpitos lo que se predica hoy en día es el odio, no el bien, no la hermandad, y de ahí que se haya producido el divisionismo. Yo cuando vine aquí invité a todos, que quería verlos a todos, no a unos pocos. Ahora aquí están ustedes, que han venido para recibir la palabra de Cristo. Cristo habló siempre con hechos, a él nunca le dieron diploma en seminario, él predicaba el amor y lo vivía, no como lo hacen los líderes que tienen muchas facultades, pero les falta la virtud en Cristo”.

(Las gentes se acercaban más hacia la tribuna, alzaban sus manos, y oían atentamente al predicador en lo alto del entablando).

Antes de dirigirse de manera particular a los enfermos, Jiménez les dijo que tuvieran toda la fé de que iban a recibir todo de Dios, que no tuvieran desconfianza, y que quien más abierto tuviera el corazón más recibiría. Y otra cosa: La fé no se debe a la emoción, no se obtiene por la emoción, no, la fé se basa en la confianza, en la seguridad en Dios, en sentirse descansado, en esperar a que Dios le haga todo.

(La voz del predicador ordena a la multitud ponerse de pié, a inclinar la cabeza y a cerrar los ojos).

Empiezan las súplicas, en el nombre de Dios, “que limpiará nuestros corazones, porque Tú nos salvarás. –Ayuda a toda esta gente, Tú conoces sus necesidades. Ayúdanos para que podamos confiar. En Tus manos pongo mi problema, mi enfermedad…).

(Otra vez el coro-lema “Solo creed, solo creed, todo es posible, solo creed).

Los enfermos se ponen las manos donde sienten el dolor (los ciegos se tocan los ojos, los paralíticos se frotan sus piernas, los sordos se pasan las manos por los oídos).

“Vendrá la virtud de Dios. El poder de Dios está con ustedes. Que entre, que destruya todo mal. Que se endulcen nuestros corazones con la sangre de Dios. Vamos a repeler a Satanás (ojos cerrados y súplicas). Que se curen los diabéticos, los asmáticos, que desaparezcan las hernias de los cuerpos!!!. Sed sanos, sed libres, sed absueltos, en el nombre de Jesucristo”.

Concluye el predicador. Hay movimiento en toda el área del Nuevo Circo. Los ciegos quieren ver y los paralíticos y los cojos andar. A tres metros de la tribuna el pastor observa que una niña es puesta en posición de caminar. Y lo hace efectivamente. Los familiares y otras gentes le rodean.

El pastor sigue llamando a los que se han sanado. Que se acerquen. Y les tiende el micrófono, algunos hablan y dan sus nombres y vociferan sus males. Pero la lluvia empieza a caer fuerte y el gentío se dispersa.

El pastor informa antes que estará una semana más en el Nuevo Circo, pero no habrá reunión ni el lunes ni el martes.

(foto) La lluvia no impidió a esta gente marchar hacia el Nuevo Circo donde un joven de 26 años invoca a Jesucristo para quitar todos los males. Llovió toda la tarde y sin embargo el Circo se llena como en las buenas tardes de toros. –(Foto Blasco).