Julio de 1961

“NO CURAMOS POR LA SABIDURIA SINO QUE INVOCAMOS A CRISTO”

– Dice el señor Abelardo Cuadra, en réplica a nuestro columnista el Presbítero Jesús Hernández Chapellín.

En el rótulo de este artículo quedan tácitamente expresados los adjetivos “ignorantes” y “sabios” respectivamente. Es decir, bien podría decirse: Ni muy, muy ignorantes, ni tan, tan sabios (con la prerrogativa que la gramática concede al adverbio para modificar al adverbio).

Seré breve. Trato de “quebrar lanzas” con el hermano señor sacerdote Hernández Chapellín, quien con el título de “Una Pila de Ignorantes” alude a una expresión de mi hermano en Cristo Jiménez.

Gracias por el tono dulzón con que se nos trata. Ya somos hermanos. La heroica cruzada de la Noche de San Bartolomé y los procederes del Santo Tribunal de la Inquisición y los anatemas que hasta hace algunos meses se nos lanzaban desde el púlpito, sean como las cenizas de un incendio ya apagado. Gracias. Pero si las heridas van a dejar de sangrar, desgraciadamente parece que las cicatrices, son como las del tango aquel “que no se borran nunca”, y como acerto está la campaña tendenciosa que la Iglesia Católica. Apostólica y Romana, desata contra un predicador ciento por ciento cristiano y apostólico, sin ser romano.

A los ataques de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, sintetizados en los puya buirle más poderes milagrosos a una fuente de agua como la de Lourdes, que a la misma palabra de Dios, expresada por un hombre “hecho a su imagen y semejanza”. Cuando más, las virtudes de esta fuente serían curativas, por contención de una pared está un poco jamás “milagrosas”.

Es extraño le vuelvo a repetir que a pesar de haber estudiado tanto, no crea usted en la intervención divina a favor de los necesitados, y si crea en cosas que no benefician a nadie y en cambio inclinan a la idolatría, tales como: que el prepucio cortado en la circuncisión de Nuestro Señor Jesu-Cristo, se guarda en la Iglesia de San Juan de Letrán en Roma; que, a un lado, en un descansillo de la escalinata principal del Vaticano está un pedacito de pan de “la última cena”; que más allá en un basito dentro de una pared está un poco de “leche de la Virgen María”; que en otro lugar está una uñita del Niño Dios y que la casa de Nazaret, en la cual vivió la Virgen, fue transportada en peso a través de los aires por los ángeles y está depositada cerca del Castel-Gandolfo. Y por último, está usted muy de acuerdo en las virtudes milagrosas de los innumerables pedacitos de sábana (de la inconmensurable sábana) del “Padre Claret”, vendidos a razón de Bs. 2.00 cada medio centímetro cuadrado durante más de ocho años y niega en cambio el contenido de las virtudes milagrosas de quienes desinteresadamente, en el nombre de Cristo, pregonan las bondades excelsas del Dios de los que sufren y padecen tanto del alma como del cuerpo.

Para extender las verdades del Evangelio, Cristo buscó pescadores sin trigonometría y sin títulos de doctor. No se olvide hermano sacerdote que para entender la palabra de Dios, basta pedir la luz del Espíritu Santo con corazón contrito y humillado.

En cambio es muy cierto también que: “De la mucha sapiencia, viene la conjundición”.

Atentamente.

Abelardo Cuadra

P.S. Quiero aclararle que ni una sola vez le he llamado “Padre, a lo largo de este artículo, porque lo prohíbe Cristo en el versículo 9 del Capítulo 23 del Evangelio de Mateo, cuando dice: “Y no llaméis padre vuestro a ninguno en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos”. Y en esto también hay ignorancia hermano señor sacerdote, porque Uds. lo toleran y [Vale.] lo fomentan. A. C.