¿Existen hoy milagros? ¿Qué es un milagro? Son preguntas que se le ocurren espontáneamente al lector medio. Para muchos, los milagros entran en el campo de la literatura de ficción. Cierto que gentes razonables creen en los milagros, pero también hay un alto porcentaje de sesudos caballeros ingleses que creen en fantasmas. “Milagro, según Santo Tomás, es un efecto que supera el orden (o las leyes) de toda naturaleza creada”. No basta, pues, para que haya milagro el que el hecho “maravilloso” supere el estadio de la ciencia actual o el que no sepamos explicarnos el acontecimiento.
El santuario de Nuestra Señora de Lourdes ha planteado el problema de los milagros de forma ineludible al mundo escéptico de hoy. Ante su meridiana evidencia un genio de la medicina como Alexis Carrel cayó derrotado y de rodillas. Carrel creyó, y en su hermoso estudio sobre la oración explica la génesis de su transformación y el poder maravilloso de ese contacto con Dios, mano a mano, que es la oración. Lourdes es una tierra de milagros. Alguien llamó a la pequeña población del sur de Francia, “selva de milagros”. Pero la Iglesia Católica es juez severísimo de milagros, y en un siglo sólo 54 casos han sido declarados milagrosos por ella en Lourdes. Analicemos el fenómeno Lourdes a la fría luz de una somera crítica.
Se estima, basándose en documentos de total seriedad, que entre 1858 y 1913 hubo 4.310 curaciones científicamente inexplicables. Los archivos de la Oficina Médica registraron más de 3.000 curaciones de este tipo entre 1888 y 1954.
La Iglesia no admite a juicio, sino curaciones declaradas por el tribunal médico (entre los médicos hay varios no católicos y aún escépticos e incrédulos) como inexplicables por la ciencia y que han acontecido al margen o contra las leyes de la naturaleza. A pesar de Ella, que es la única que debe declarar que el milagro tiene a Dios por autor es mucho más exigente que la ciencia médica.
Un solo milagro, claramente atestiguado, constituye una prueba irrefutable de la intervención de Dios en nuestro mundo y una invitación a escuchar el mensaje que suena tras el hecho maravilloso. La Iglesia Católica no juega a milagros. Es una institución muy seria y con larga experiencia de siglos.
¿Y los milagros, que atraen y llevan una propaganda ruidosa de tipo protestante pentecostal, y se están verificando en el Nuevo Circo? Un joven pastor, “escogido por Dios”, el Hermano Jiménez, es el catalizador de los hechos extraños. A bombo y platillo, en un clima de exaltación histérica, se realiza el “show”. Hace años el pastor puertorriqueño Ortiz estrenó el tablado. La comedia no acabó correctamente, y muchos pobres enfermos, que se habían hecho la ilusión de una curación definitiva, quedaron tristemente decepcionados. Y algunos definitivamente perdieron la esperanza y la confianza en Dios.
Las iglesias protestantes serias, bautista, presbiteriana, luterana .. no han querido hacer acto de presencia en el carnaval de milagros del Nuevo Circo.
¿Por qué el gremio médico, o la Sanidad Pública no exigen certificados de salud y de curación? Estas verbenas de falsa religiosidad sentimental exacerban el prurito curanderil de nuestro pueblo.
¿Necesitaremos importar curanderos, cuando tanto prolifera la especie en nuestro medio social?
Dios no ha abandonado a sus hijos, los hombres, y la fe es poderosa y capaz de resucitar muertos y mover las montañas. Pero al Señor no le gusta exhibirse sobre un tablado de circo, y la fe, con su cortejo de obras maravillosas no se expende en el mercado libre de una plaza de toros.
Más respeto a Dios, señores; más respeto al Evangelio; más respeto al pueblo!
MIRADOR DEL ESTE
EL EVANGELIO
Texto del Evangelio leído en las Iglesias del mundo entero el pasado domingo 9 de los corrientes:
“EVANGELIO: Continuación del Evangelio según San Mateo, 7, 15-21.
Dijo Jesús a sus discípulos: Guardaos de los falsos profetas, que os vienen con vestidos de ovejas, siendo así que por dentro son lobos rapaces. No es buen árbol el que da malos frutos, ni malo el que da buen fruto. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso cogen una de los espinos, ni higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da buenos frutos; pero el árbol malo da malos frutos. Todo árbol que no dé buenos frutos será cortado y arrojado al fuego. Los conoceréis, pues, por sus frutos. No todos los que me dicen: ¡Señor, Señor!, van a entrar en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése entrará en el reino de los cielos”.